Esta semana, como otra cualquiera, reflexiono y pienso,
pienso que he aprendido, pero no he aprendido conocimientos nuevos dados en el instituto, no, sino que he aprendido a valorar, no las personas, no la gente, no las cosas, no los sentimientos.

He aprendido a valorar la vida.

Ya sé que la vida es injusta y no puedes hacer nada en contra de ello así que acostumbrete.

Que al mundo le importa una mierda tu autoestima, el mundo tan solo espera que logres algo, independientemente de que te sientas bien o no contigo mismo. Así que rompe las reglas y ves a por todas, seguro que es lo que mejor se te da.

No ganarás 3.000 euros mensuales al salir de la universidad, y no serás vicepresidente de nada, hasta que, con tu esfuerzo, te hayas ganado ambos logros.

Dedicarse a servir pizzas o cervezas, o cualquier trabajillo por muy asquerosos que te parezca, no te quita dignidad. Tus abuelos lo llamaban oportunidad.

Si metes la pata no es culpa de nadie, más que tuya, así que no lloriquees por tus errores y aprende de ellos.

Antes de que nacieras tus padres no eran tan aburridos a como lo son ahora. Empezaron a ser lo cuanto tuvieron que lavar tu ropa, pagar tus cuentas y sobre todo, escuchar tus quejas, todos y cada uno de tus días. Así que antes de emprender tu lucha por salvar los bosques contaminados por la generación de tus padres, inicia el camino limpiando las cosas de tu propia vida.

En el instituto puede haberse eliminado la diferencia entre ganadores y perdedores, en la vida real no.


Todo esto yo lo aprendí ya, y tú?